17.9.06

La diversidad cultural

La diversidad cultural y el rol de la juventud.

Debemos reconocer que estamos inmersos en una situación nunca antes vivida por la humanidad. Los adelantos científicos y tecnológicos nos han alterado la idea que teníamos de tiempo y espacio. Todo parece ocurrir más rápidamente y todos los lugares parecen estar cercanos. Al menos para los que podemos contarnos entre los privilegiados partícipes de esta nueva edad histórica a la que algunos aún le están buscando un nombre y muchos otros ya denominan “alta modernidad”. Y en este nuevo mundo parecería que prácticamente todo se encuentra a solo un clic de distancia. Ya no existen barreras culturales y todos formamos parte de una nueva cultura global.
Nos inunda la información en forma constante, y parecería que cuanto más avanzamos en conocimientos, más perplejos quedamos al darnos cuenta de cuánta diversidad existe en el planeta. Miles de etnias con sus idiomas y dialectos, cientos de cultos, creencias y religiones, melodías por demás diferentes, actividades artísticas sumamente variadas, distintas formas de estructuras sociales y cientos de platos típicos exquisitos. Podríamos seguir enumerando por un largo rato los miles y miles de ejemplos que a diario nos presenta la diversidad cultural del mundo actual, de esta “aldea global” a la que muchos se niegan a integrar, más allá de que coincidamos o no en sus argumentos. Pero no podemos escaparle a la idea de que el pluralismo cultural nos rodea. Todo, absolutamente todo, se ha diversificado. La economía se ha globalizado y las culturas se han desterritorializado. La diversidad cultural nos envuelve y es tan común que casi pasa desapercibida ante nosotros.
Los jóvenes no han sentido el impacto tanto como los adultos. Es claro, nacieron formando parte del mismo. Y ellos son los que están llamados a no desaprovechar este momento. Un momento que quizás no se presente nunca más en la historia de la humanidad. Pensemos que podríamos estar ante la única e irrepetible posibilidad de comenzar a cambiar. De ellos dependerá si se suben o no a este tren de la diversidad. Una oportunidad única, de la que sin dudas dependerá el futuro de nosotros, de ellos y de las futuras generaciones. Son los jóvenes los que deben abordar ese tren y conducirlo hacia la tan deseada unidad de toda la humanidad en la diversidad.
Ellos pueden mirar con ojos limpios el futuro y pueden hablar tan claro como nosotros si es que se lo proponen. Porque desean un mundo mejor, un mundo donde la convivencia pacífica se convierta en norma cotidiana.
¿Es tan difícil que nuestros actuales gobernantes comiencen a replantearse algunas cosas? ¿Es tan improbable la aceptación del otro como un “semejante”? ¿Es sólo una utopía, un sueño de locos, una idea de pocos, esto de la unidad en la diversidad?...
Deben pensar un instante y mirar hacia atrás. ¿Qué hubiese sido de nosotros sin esa oleada inmigratoria de fines del siglo XIX y principios del XX? Pensemos en aquellas tremendas barreras culturales que debieron enfrentar nuestros bisabuelos. ¿Vale la pena, tomando ese ejemplo, seguir pensando en la diversidad cultural como algo ajeno, extraño y negativo para una sociedad? ¿Vale la pena seguir sosteniendo que el otro no tiene nada que pueda sernos de utilidad? ¿No será que su historia, al fin y al cabo, no es tan distinta de la nuestra? ¿No será que su comida, su ropa y su música son parecidas a las nuestras?
Echen mano a ese don Divino y piensen, actúen racionalmente. No dejen que esta oportunidad de mejorar el mundo se les escape. No hagan de la diversidad cultural lo que muchas veces hemos hecho con el agua, a la que casi sin darnos cuenta dejamos escapar entre las manos…



2 comments:

Jose & Gael said...

Primero agradecemos su visita a El Kibbutz y luego compartimos la visión que tiene usted sobre la diversidad cultural a la que nos enfrentamos. El miedo a lo extraño parece quedarse corto ante ese "acceso con un clic" que usted menciona. Pensamos que las distintas formas de ver el mundo chocarán, pero no para destruirse sino para formar un campo de interlocución en el que la diferencia forjará igualdades.

Vicente Di Cione said...

Entre por accidente buscando otras cosas y me sorprendió un poquito el "bricolage", lo cual lo hace entretenido. Fue la expresión "¿Vale la pena seguir sosteniendo que el otro no tiene nada que pueda sernos de utilidad?".
Sin dudas es un alegato a la convivencia y tolerancia con las infinitas "otredades" que con mayor o menor presencia están hoy por hoy, como decís, en casi todos los ámbitos de la cotidianidad. Y si no están "al lado", seguramente estarán "un poquito más allá" o simplemente más allá en el mismo lugar de los lugares: la tierra, el mundo. La cuestión se complica un poco cuando las diferencias culturales se transforman también en diferencias en la cadena de a distribución de ingresos y en formas má o menos incumbiertas o explícitas de explotación. Esto significa que a menudo muchas diferencias de culturales pueden comprenderse más si se contemplan los procesos de clasificación. En tu texto te preguntás si "¿Vale la pena seguir sosteniendo que el otro no tiene nada que pueda sernos de utilidad?". Los esclavistas, comerciantes de esclavos, proveedores de fuerza de trabajo para las plantaciones del "nuevo continente" (uno de las primeras formas de "agrobusiness" en los albores de la globalización) siempre tuvieron la idea de la "utilidad" de los "negros", en especial cuando no pudieron "utilizar" o no alcanzan los "útiles" amerindios. Sobre este tema las justificaciones son de muchos tipos: "no estoy explotando, sino que creo fuentes de trabajo", "que otra cosa pueden hacer lo bolitas", "en los lugares de dónde vienen están peor", etc. etc.
El día en que la tolerancia a las otredades culturales se acepte: ¿será también el día en que termine la desigualdad, combinación y contradicción entre las clases sociales?
Sin dudas el texto final es un alegato a la convivencia y tolerancia con las infinitas "otredades" que con mayor o menor presencia están hoy por hoy, como decís, en casi todos los ámbitos de la cotidianidad. Y si no están "al lado", seguramente estarán "un poquito más allá" o simplemente más allá en el mismo lugar de los lugares: la tierra, el mundo. La cuestión se complica un poco cuando las diferencias culturales se transforman también en diferencias en la cadena de a distribución de ingresos y en formas más o menos incubiertas o explícitas de explotación y de otras distinciones sociales dentro de la misma “unidad cultural” (“Los argentinos somos todos iguales, pero algunos somos mejores y más argentinos que otros”). Esto significa que a menudo muchas diferencias culturales, expresadas fundamentalmente en los credos religiosos, las lenguas, los gustos culinarios, la indumentaria, las relaciones de familia, el comportamiento público, el uso del mobiliario urbano, etc., pueden comprenderse más si se contemplan los procesos de clasificación. En tu texto te preguntas si "¿Vale la pena seguir sosteniendo que el otro no tiene nada que pueda sernos de utilidad?". Es una pregunta curiosa en tanto invita a ver al otro como “persona que nos tiene que ser útil de algún modo”. Los esclavistas, comerciantes de esclavos, proveedores de fuerza de trabajo para las plantaciones del "nuevo continente" (uno de las primeras formas de "agrobusiness" en los albores de la globalización) siempre tuvieron la idea de la "utilidad" de los "negros", en especial cuando no pudieron "utilizar" o no alcanzan los "útiles" amerindios. Sobre este tema las justificaciones son de muchos tipos: "no estoy explotando, sino que creo fuentes de trabajo", "que otra cosa pueden hacer lo bolitas", "en los lugares de dónde vienen están peor", etc. etc.
El día en que la tolerancia a las otredades culturales se acepte: ¿será también el día en que termine la desigualdad, combinación y contradicción entre las clases sociales?
Vicente